35. La mímesis lingüística: una dimensión desatendida de la diversidad lingüística mundial

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Juan Carlos Moreno Cabrera
Universidad Autónoma de Madrid

 

Normalmente, la diversidad lingüística del mundo se plantea en términos proposicionales: un mismo enunciado se puede decir de una forma diferente en cada una de las lenguas del mundo. Se puede aducir, como ejemplo, que hay más de seis mil formas de expresar te quiero correspondiendo a los más de seis mil idiomas que se hablan en el mundo hoy en día.

Las lenguas se ven así como una especie de recipientes de diversas formas y tamaños en los que se vierten las ideas, que son independientes de las lenguas. Un punto de vista opuesto a este mantiene que las lenguas son mucho más que recipientes en las que se vierten ideas, sino que son unos moldes que crean y determinan la forma y posiblemente parte del contenido de las ideas. Este es uno de los postulados de la famosa hipótesis de Sapir y Whorf del relativismo lingüístico. Según el ejemplo puesto en el párrafo anterior, no habría más de seis mil formas de decir te quiero, sino más de seis mil formas de sentir el amor tal como es determinado por cada una de las lenguas. Por eso, la pérdida de la diversidad lingüística supondría una pérdida no solo de formas de expresarse sino también de formas de pensar. Aunque la versión fuerte de esta hipótesis según la cual pensamos como hablamos no es mantenida por la mayor parte de las personas expertas, no cabe descartar alguna influencia de la lengua sobre el pensamiento, aunque éste no se vea totalmente limitado o condicionado por ella, sino que es capaz de ir más allá de la lengua e incluso influir en ella de forma más o menos decisiva. Las relaciones entre pensamiento y lengua se han de plantear, pues, más como una interacción dialéctica bidireccional que como una determinación unidireccional.

Las discusiones del párrafo anterior están limitadas a la función proposicional de las lenguas, es decir, a la expresión lingüística de juicios o ideas. Pero en los idiomas hay fenómenos que trascienden esa frontera. Estos no solo representan ideas, conceptos o situaciones, sino que en ellos se realizan acciones lingüísticas para mimetizar, sugerir, recrear o reproducir esas ideas, conceptos o situaciones. De esta manera no estamos ante actuaciones proposicionales, sino representacionales o miméticas. La persona que habla hace una representación, una imitación de aquello que quiere comunicar, no se limita a referirse a ello de forma enunciativa.

En todas las lenguas del mundo existen expresiones lingüísticas que se basan en este tipo de modalidad no enunciativa. Los ideófonos, descubiertos el siglo pasado en las lenguas africanas son un ejemplo de este aspecto olvidado y, sin embargo, fundamental de las lenguas del mundo. Se trata de expresiones lingüísticas no referenciales (su forma lingüística sugiere o recrea aquello de lo que se habla) que sirven para reproducir algún aspecto de un objeto o suceso ante los ojos (pues suelen ir acompañadas de gestos) y oídos de las personas interlocutoras, de una forma directa, imitativa: su forma sugiere o recrea aquello de lo que se habla. Veamos unos ejemplos del edo, una de las muchas lenguas de Nigeria. En edo, para recrear o sugerir movimientos o formas irregulares se usan ideófonos con alternancia tonal: pérlépèrlèpérlé ‘aleteo’, tíghítìghìtíghí ‘retorcido’, kínókìnòkínó ‘entretejido’, bígóbìgòbígó ‘torcido’, góbágòbàgòbá ‘tullido’, khúrlúkhùrlùkhúrlú ‘espasmódico’, vàghàvághá ‘tambaleo’, wèkèéwèkèé ‘anadear’.

Estas palabras son inusualmente largas para este idioma, y además presentan repetición de sílabas alternando un tono alto (señalado con un acento agudo) y un tono bajo (señalado con un acento grave). Cuando se utiliza, por ejemplo, el ideófono vàghàvághá se está imitando lingüísticamente el movimiento tambaleante, de manera que se repiten las mismas dos sílabas cambiando el tono de grave a agudo: se reproduce lingüísticamente el tambaleo mediante la repetición silábica y la alternancia tonal. Al comparar esta expresión con las demás citadas, se ve que este patrón mimético se produce para recrear o reproducir otros movimientos alternantes o irregulares. Para expresar miméticamente el movimiento espasmódico, el ideófono khúrlúkhùrlùkhúrlú repite tres veces la forma mimética khurlu partiendo de un tono agudo (khúrlú), pasando a un tono grave (khùrlù) para volver al tono inicial (khúrlú). Mediante esta expresión se está reproduciendo lingüísticamente un movimiento espasmódico: dicha expresión tiene alguna de las propiedades de aquello que es objeto del discurso. A diferencia de las palabras referenciales en general, que no tienen ninguna propiedad formal que las asemeje a lo que designan, los ideófonos y expresiones miméticas comparten propiedades de los referentes y, por tanto, tienen una cualidad imitativa.

Pues bien, ideófonos como los del edo han sido descubiertos en centenares de lenguas africanas. Pero lo más interesante de todo es que expresiones miméticas similares han sido comprobadas también en lenguas de los cinco continentes. Por ejemplo, las lenguas asiáticas son muy ricas en ellas. Dos ejemplos notables son el coreano y el japonés. En ambas lenguas existen literalmente centenares de palabras miméticas cuya forma lingüística comparte alguna propiedad con aquello que denotan. Por ejemplo, en japonés para referirnos al ruido generado por las gotas de lluvia se utiliza la expresión mimética pota-pota, para sugerir el sonido de las tijeras cortando algo se usa choki-choki, para recrear el movimiento de un objeto redondo rodando se utiliza el ideófono koro-koro, para imitar el salto o brinco ligero de una persona o animal se emplea la expresión pyon-pyon, para representar un estado mental en el que una persona está muy ilusionada por algo se usa waku-waku. En coreano, kkam-kkam imita algo que está muy oscuro; para recrear algo que gira se utilizan los ideófonos bing-bing, pping-pping, p’ing-p’ing dependiendo de la velocidad del giro; el ideófono tan-tan se usa para sugerir algo firme y fuerte; ttuk-ttuk, para representar un líquido que gotea; el ideófono tuijeok-tuijeok recrea la acción de revolver, hurgar y rebuscar.

Las lenguas europeas también conocen expresiones miméticas de este tipo. Algunas son especialmente ricas en este ámbito, como ocurre con el euskera. En vasco encontramos expresiones miméticas como traka-traka ‘trotando’; hirrinbili-harranbala ‘atropelladamente’, itzuli-mitziluka ‘serpenteando’, pinpili-panpala (ibili) ‘(caer) rodando’, pilpil-pulpul ‘palpitar’ y centenares más, si investigamos los diferentes dialectos euskéricos.

Si comparamos las expresiones del edo, coreano, japonés y euskera que hemos dado en los párrafos anteriores, observaremos una evidente afinidad formal. La repetición y la alternancia (vocálica, consonántica, tonal) son elementos que aparecen en muy diversas lenguas asociados con el modo lingüístico representativo y que sirven para oponer ese modo lingüístico al proposicional.

Normalmente, cuando se describen lenguas no europeas sin tradición escrita, se siguen las normas de las gramáticas de las lenguas europeas que, en la tradición clásica, pertenecen a las correspondientes versiones escritas. Ello implica que se eliminan o se marginan muchos aspectos esenciales del funcionamiento lingüístico tales como, por ejemplo, los tonos y la entonación. En los modelos europeos de gramática no hay prevista ninguna sección dedicada a los fenómenos miméticos de los que se ha dado cuenta en esta nota. Como mucho, en las gramáticas más detalladas, se puede encontrar alguna sección breve dedicada a las onomatopeyas, interjecciones o a las palabras expresivas. Pues bien, lo mismo ocurre con las gramáticas descriptivas de las lenguas no europeas sin tradición escrita, realizadas sobre modelos europeos. Esos modelos impiden dar cuenta de aspectos importantes y esenciales de las lenguas habladas, tales como los miméticos que, ya lo hemos visto, no se limitan solo a unas pocas onomatopeyas aisladas, sino que implican mecanismos lingüísticos sistemáticos. De hecho, la ejemplificación que acabamos de dar está muy simplificada y deja de lado muchos aspectos complejos de difícil análisis que plantean las expresiones miméticas.

Todo lo anterior indica que la riqueza lingüística mundial es aún mayor de lo que habitualmente se supone. Porque, además de las expresiones habituales de tipo referencial, las lenguas en su nivel oral espontáneo muestran maneras de representar la realidad que están imitadas o sugeridas parcialmente por las formas lingüísticas mismas y en cada una se crean expresiones miméticas específicas, características y únicas que ya no son meros soportes materiales de un contenido proposicional común, sino representaciones o recreaciones vivaces, inmediatas y coloristas de la sensaciones y sentimientos humanos. Cuando se pierde una lengua no solo se pierde un sistema de expresión formal de contenidos proposicionales, sino también formas lingüísticas vivenciales que dan origen a creaciones originales y, a la vez, universales, pues son manifestación de la facultad lingüística humana que caracteriza comunicativamente a nuestra especie.