60. El silbo gomero

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Marcial Morera (lingüista)
Universidad de La Laguna
Rogelio Botanz (maestro silbador)

 

1. ¿Qué es el silbo gomero? En esencia, el silbo gomero no es otra cosa que un reducido sistema de fonemas silbados que han empleado tradicionalmente los campesinos de la isla canaria de La Gomera para silbar las palabras y las oraciones de su lengua materna, que es el español, y hacerlas así audibles a grandes distancias. La práctica del silbo se encontraba tan arraigada en la isla colombina, que su uso no se limitaba a los ámbitos prácticos de la agricultura y la ganadería, que eran, obviamente sus contextos más importantes, sino que se extendía también al ámbito doméstico, al social e incluso al ritual, pues se empleaba puntualmente en ciertas festividades religiosas y fiestas populares. La accidentada geografía de la isla parece haber sido la causa externa más determinante del desarrollo de tan singular medio de comunicación.

Al parecer, el sistema fonológico que nos ocupa está constituido por los seis fonemas silbados siguientes, que el silbador ejecuta ayudándose o no con los dedos de las manos metidos en la boca, y que se basan concretamente en los contrastes fónicos vocal/ consonante, grave/ agudo e interrupto/ continuo: 1) Un fonema silbado vocálico grave, que suena más o menos como la /a/ de la lengua hablada, que se usa para silbar las vocales graves /a/, /o/ y /u/, y que, por ello, suele representarse en la escritura con la letra mayúscula  A; 2) Un fonema silbado vocálico agudo, que suena más o menos como la /i/ de la lengua hablada, que se usa para silbar las vocales agudas /e/ e /i/, y que, por ello, suele representarse en la escritura con la letra mayúscula I; 3) Un fonema silbado consonántico grave interrupto u oclusivo, que suena más o menos como el fonema k/ de la lengua hablada, que se usa para silbar las consonantes graves interruptas u oclusivas /p/ y /k/, y que, por ello, suele representarse en la escritura con la letra mayúscula K; 4) Un fonema silbado consonántico grave continuo o fricativo, que suena más o menos como el fonema /g/ de la lengua hablada, que se usa para silbar las consonantes graves continuas o fricativas de esta /b/, /f/, /m/, /g/ y /x/, y que, por ello, suele representarse en la escritura con la letra mayúscula G; 5) Un fonema silbado agudo interrupto u oclusivo, que suena más o menos como la consonante aguda interrupta u oclusiva /ʧ/ de la lengua hablada, que se usa para silbar las consonantes agudas interruptas u oclusivas /ʧ/ y /t/ y la consonantes aguda continua o fricativa /s/, y que, por ello, suele representarse en la escritura con la letra mayúscula CH; y 6) Una consonante silbada aguda continua o fricativa, que suena más o menos como la consonante aguda fricativa /ʝ/ de la lengua hablada, que se usa para silbar las consonantes agudas continuas o fricativas /d/, /n/, /ñ/, /l/, /ʎ/, /ɾ/, /r/ / y /ʝ/, y que, por ello, suele representarse en la escritura con la letra mayúscula Y. Así, por ejemplo, una palabra como carretera se silba como /KAYICHÍYA/ y una frase como Dile a María que baje la caldera para la leche, como /YÍYI A GAYÍA KI GÁGI YA KAIYÍYA KAYA YA YÍCHI/ . De todos modos, hay que tener en cuenta que, aunque el silbo gomero se ha usado siempre en la sociedad hispánica de la isla para silbar la lengua española, lo cierto es que se trata de un sistema fonológico independiente, que puede adaptarse a cualquier lengua natural no tonal. En realidad, se habría usado en principio para silbar la lengua bereber que se hablaba en las Islas antes de la llegada de los europeos, supuesto que sea verdad, como sostienen algunos estudiosos, que su origen es prehispánico.

No todos los silbadores realizan estos seis fonemas silbados de la misma manera, sino que, determinados por el contexto, la tradición de cada comunidad, la modalidad de español que se silba, etc., en muchos casos se producen diferencias de altura o de tono de un silbador a otro y de unas zonas de las islas a otras. En todo caso, se trata de diferencias que no pertenecen a la forma del código, sino a la sustancia de su ejecución.

Obviamente, la falta de paridad entre los fonemas del silbo y los fonemas de la lengua que se silba (es decir, el hecho de que un mismo fonema silbado corresponda siempre a varios fonemas hablados) determina que las palabras silbadas presenten una ambigüedad mayor o menor, según los casos. Así, una palabra silbada como /GAYÍYA/ , por ejemplo, puede entenderse, al menos, en dos sentidos radicalmente distintos: en el sentido de ‘gallina’ y en el sentido de ‘ballena’, que solo el contexto, el saber compartido por hablante y oyente, permite aclarar. La interpretación se ve facilitada por el hecho de que la gente que se comunica mediante el silbo (generalmente, constitutiva de comunidades muy limitadas) comparte el mismo espacio físico, social y, frecuentemente hasta familiar, y que se dedica a tareas, laborales, económicas y sociales similares. En todo caso, la precariedad del sistema determina que los mensajes que se silban sean siempre mensajes muy sencillos, generalmente reducidos al ámbito doméstico y profesional más elemental. No es que no puedan silbarse textos complejos. En realidad, el silbador puede silbar cualquier texto de la lengua hablada, incluso los poéticos; el problema es que la altísima ambigüedad de las palabras silbadas hace muy difícil su interpretación por parte del receptor sin el contexto adecuado. Por eso, puede decirse que es el lenguaje silbado el sistema de comunicación que más claramente pone de manifiesto que no se habla solo con el código de la lengua, sino que se habla también con el contexto.

De lo expuesto hasta aquí, se deducen dos hechos importantísimos en relación con la índole del lenguaje que nos ocupa:

Primero, que el silbo gomero, que, como vemos, es un silbo codificado lingüísticamente, no tiene nada que ver con el silbo común, que es un tipo de silbo absolutamente convencional, sin codificación social. Por eso se dice que el silbo gomero es un silbo lingüístico, en tanto que el silbo común o convencional es un tipo de silbo no lingüístico.

Y segundo, que el silbo gomero no es un lenguaje primario, sino un lenguaje secundario, sustitutivo o subrogado, como el morse, el braille o la escritura. No se trata de un lenguaje autónomo, sino de un lenguaje subsidiario de un lenguaje autónomo, que es la lengua hablada. Más concretamente todavía: de un lenguaje subsidiario del plano de la expresión (no del plano del contenido) de la lengua materna del silbador. A pesar de esto, hay que decir que entre ese lenguaje sustitutivo que es el silbo gomero y los otros lenguajes sustitutivos citados antes existen al menos tres diferencias radicales:

Primera diferencia: mientras que estos últimos son artificiales (i. e., se basan en señales externas o convencionales), aquel es natural: i. e., produce sus señales mediante el aparato fonador, de la misma manera que la lengua hablada. No es el resultado de un acto de convención o pacto explícito entre sus creadores, sino que ha surgido naturalmente en el seno de sus propios hablantes, como desarrollo espontáneo del instinto idiomático. Por eso, no constituye ninguna exageración afirmar que, desde el punto de vista idiomático (no desde el punto de vista cultural, obviamente), los lenguajes silbados son los lenguajes secundarios, substitutivos o subrogados más importantes del mundo.

Segunda diferencia: mientras que la relación entre las señales de lenguajes sustitutivos como el morse, el braille y la escritura y las señales de la lengua que sustituyen es simétrica (i. e., cada señal de la lengua secundaria representa una y solo una señal de la lengua primaria), la relación entre las señales del silbo gomero y las señales de la lengua que sustituye es asimétrica: i. e., cada señal de la lengua secundaria representa más de una señal de la lengua secundaria. Es decir, que, en tanto que los lenguajes sustitutivos más convencionales suelen ser tan complejos en señales como la lengua que sustituyen, el silbo gomero es mucho más simple que esta.

Y tercera diferencia: mientras que las señales de los lenguajes sustitutivos como el morse, el braille y la escritura son absolutas (es decir, no articuladas u opositivas), las señales del silbo gomero son relativas (es decir, articuladas u opositivas): están constituidas por oposición de rasgos sonoros distintivos, exactamente igual que las señales de los sistemas fonológicos de las lenguas habladas. En realidad, el silbo gomero se organiza solo sobre los tres contrastes fonológicos fundamentales del aparato fonador, que son el contraste vocal/ consonante, grave/ agudo e interrupto/ continuo. De ahí su importancia para la teoría fonológica.

2. La práctica del silbo gomero.De modo similar a otros sistemas de comunicación a distancia, como las cartas o el teléfono, el silbo se ha dotado a lo largo de los siglos de ciertas fórmulas comunicativas que le son características. El resultado es una serie de voces o frases fácilmente reconocibles en cualquier mensaje silbado y que resultan muy eficientes desde el punto de vista comunicativo. En primer lugar, toda comunicación silbada entre dos interlocutores comienza siempre con una “voz de llamada”, que consiste en la emisión de un sonido equiparable a “¡Aaaaa!”, seguido del nombre de la persona con quien se quiere contactar: v. gr., “¡Aaaaa Antoniooo!. La función apelativa del lenguaje es, por tanto, clave en el tipo de comunicación que nos ocupa. Aunque todas las personas del entorno, sabrán a quién se está llamando, únicamente la persona aludida responderá a esa llamada, con la emisión de la voz “¡fuiooooo!, que no se corresponde con ninguna palabra de la lengua hablada y que se entiende como ‘¡sí, dígame!’, ‘¿qué?’ o ‘¿qué quieres?’.

A partir de este momento se inicia el intercambio de información, de preguntas o peticiones objeto de la comunicación. Es el turno de la función representativa del lenguaje, junto con la apelativa, única protagonista verdadera de la comunicación silbada.

El nivel de concentración que requiere el tipo de comunicación que nos ocupa por parte del receptor es altísimo. La desatención del más leve matiz de lo escuchado puede significar la pérdida de comprensión total o parcial del mensaje. Pero sorprende también la concentración del emisor, que, antes de emitir su mensaje, hace una pausa, como si estuviera buscando cada una de las palabras con las que va a construirlo. Y, efectivamente, así es. El silbador experimentado sabe que, si se limita a silbar las palabras como si estuviera teniendo una conversación hablada, el mensaje no será comprendido, por mucho que lo repita y por mucho que su dominio de la técnica del silbo sea excelente. El buen silbador, conocedor de las limitaciones del sistema que emplea, antes de empezar a silbar, se pone en el lugar de quien va a recibir su mensaje, en sus conocimientos previos en relación al nuevo mensaje desconocido que quiere trasmitir, busca las palabras sinónimas que presentan mejores características fonológicas para ser sustituidas por el silbo, y sobre todo, elige el orden de aparición de cada palabra en la frase, con unos recursos sintácticos específicos y distintos de los utilizados habitualmente en la lengua hablada.

Es consustancial al silbo gomero que las dos personas implicadas necesiten confirmar con frecuencia que el mensaje está llegando con claridad. Así, es muy frecuente que el emisor pregunte al receptor “¿Oíste lo que te dije?, buscando que el interlocutor le confirme que ha comprendido. En muchas ocasiones, pese a todos los esfuerzos, llega un momento en que el receptor no comprende parte del mensaje que se le trasmite, y es entonces cuando aparece en el silbo una fórmula muy importante, la fórmula “Yo no te entiendo,  ¿Qué dijiste, que yo no te entiendo?”  o “¡Dímelo otra vez, que yo no te entiendo!,  lo que obligará al emisor a desplegar distintas estrategias para conseguir que el mensaje acabe siendo entendido sin problema. En primer lugar, repetirá el texto ya silbado, intentando mejorar la calidad de su ejecución. Si no fuera suficiente con esto, comenzará a sustituir alguna de las palabras originales por otra de significación similar u ofrecerá explicaciones complementarias, como breves referencias a la voz que no consigue hacer comprender al interlocutor, alusiones al contexto, etc. Para asegurarse de que ha entendido bien el mensaje, es frecuente que el destinatario del mensaje pregunte al emisor si lo que él ha entendido es correcto. Así, si un silbador dice a su interlocutor “Quiero que mañana vengas a mi casa a las cuatro de la tarde, es posible que este, que ha creído entender el mensaje, le pregunte: “¿Que si quieres que mañana yo vaya a tu casa a las cuatro de la tarde?, a lo que el emisor responderá utilizando una partícula muy especial, una expresión, al parecer de origen prehispánico, que suena como “ejey , que significa “que sí” y que, como el “¡fuioo! que vimos antes, no es traducción de ninguna palabra de la lengua hablada.  Es el equivalente al término “afirmativo” que se utiliza en las comunicaciones a través de emisoras de radio, cuando el receptor quiere transmitir al emisor que el mensaje ha sido recibido con una certeza absoluta.

Y otra de las fórmulas que con casi toda seguridad escucharemos al finalizar toda comunicación silbada será el “bueno, bueno con que un silbador transmite a otro que la comunicación ha llegado exitosamente a su fin. Es expresión que también se entiende como despedida, pues el silbador rara vez silba “¡adiós!”,  o “¡hasta la vista!.

Hasta aquí hemos hablado del Silbo Gomero utilizado como sistema de comunicación interpersonal, pero hay otra función muy importante de este particular código lingüístico, que es el uso que se hace de él para informar a toda la comunidad de determinada noticia, suceso, o convocatoria que a todos concierne. En estos casos de uso público, el emisor suele ponerse en contacto con alguien que vive a cierta distancia y con quien de forma habitual se comparten este tipo de noticias, para que difunda el mensaje o lanzar al aire el grito “¡Que corran la voz!” o “¡Que den la voz pa’bajo!”. Se trata de una invitación a que todos aquellos silbadores que escuchen el aviso, recojan claramente la información y, a su vez, la repitan, para que otros silbadores situados a mayor distancia vuelvan a reproducirla, haciendo que llegue lo más lejos posible. Entre este tipo de avisos comunitarios hay uno que ha quedado profundamente grabado en la memoria de quienes pudieron escucharlo en su niñez o en su juventud: son los anuncios de fallecimientos. Este silbo, que se emitía al anochecer, se inicia con la exclamación “¡Aaaaaaaa!”, que preludia en sí misma la tristeza y el sentimiento de la pérdida. En cuanto la población oía esa voz infausta, se prestaba la máxima atención, para conocer el nombre de la persona fallecida y cuándo y dónde se celebraría la ceremonia religiosa de despedida: v. gr., “¡Ha fallecido don Francisco García Chinea y el funeral será mañana, en la iglesia de Agulo, a las siete de la tarde!.

3. Vitalidad del silbo gomero. Como en tantos otros bienes culturales tradicionales, desde el punto de vista de su vitalidad, en la historia del silbo gomero hay que distinguir tres etapas distintas: una etapa de apogeo, una etapa de decadencia y una etapa de recuperación y promoción. La etapa de apogeo coincide, obviamente, con la época de predominio de la vida rural tradicional, donde no había más procedimiento para comunicarse a grandes distancias que el silbo. Se trataba de una técnica absolutamente imprescindible en el desarrollo normal del mundo campesino de entonces y, como tal, se transmitía de padres a hijos en sus propios contextos prácticos de uso. La etapa de decadencia empieza con la diáspora de la población rural de la isla, la decadencia de las actividades tradicionales de la agricultura y la ganadería y, sobre todo, la irrupción del teléfono (fijo, primero, y móvil, después), que lo convirtió prácticamente en innecesario, aunque muchos lo siguieron usando, de forma más precaria, en sus nuevos destinos. Como es lógico, sus limitaciones comunicativas, sus dificultades prácticas y el estigma de “cosa propia de gente rústica” determinaron que el silbo gomero sucumbiera ante el auge del avasallador competidor moderno. Hasta tal punto es esto así, que, ya en la década de los sesenta del siglo pasado, esta ingeniosa práctica comunicativa de los gomeros de antaño mostraba síntomas de encontrarse en serio peligro de extinción. Por último, la etapa de recuperación y promoción abarca desde mediados de los sesenta hasta el momento actual. A esta empresa de recuperación y promoción contribuyeron agentes diversos, entre los que cabe destacar los siguientes: en primer lugar, ciertos silbadores amantes de las tradiciones, que dieron en promocionarlo en clases particulares, fiestas populares, exhibiciones para turistas, manifestaciones folclóricas, medios de comunicación locales y nacionales, etc.; en segundo lugar, determinados etnógrafos y lingüistas canarios y europeos, que pusieron su atención en él y lo estudiaron científicamente, como Ramón Trujillo, por ejemplo, que fue la persona que desveló finalmente los misterios que encerraba este singular lenguaje sustitutivo; en tercer lugar, las asociaciones de padres y madres de alumnos de la isla, que lograron introducirlo por la época como actividad extraescolar en el sistema educativo; en cuarto lugar, determinados políticos locales, que llamaron la atención sobre su importancia etnográfica en las instituciones públicas de las Islas; en quinto lugar, el gobierno de la comunidad autónoma, que lo introdujo en el sistema educativo en la década de los noventa del siglo pasado; y en sexto lugar, la UNESCO, que lo declaró patrimonio intangible de la Humanidad, en el año 2009. En el reconocimiento de este organismo internacional jugó un papel fundamental el esfuerzo continuado y consciente de la comunidad portadora por la conservación y la adaptación del silbo a los nuevos tiempos. En todo caso, hay que decir que, en esta nueva etapa, su enseñanza y funciones tienen ya poco que ver con las tradicionales. Su enseñanza, porque al presente no se realiza de forma práctica en sus contextos originarios, sino académicamente, en las aulas de clase, con programas didácticos elaborados a tal fin. Sus funciones, porque ahora no se usa tanto para transmitir información práctica del mundo rural, sino para fines más lúdicos e incluso artísticos. Una de las consecuencias más evidentes de esta nueva práctica del silbo es que se ha achicado la distancia entre los silbadores, circunstancia que permite hacer distinciones sonoras imposibles de realizar en sus contextos tradicionales o históricos, con distancias de hasta dos kilómetros o más. Por eso no constituye ningún disparate hablar de dos tipos de silbo en ciertos aspectos distintos: el silbo tradicional, que siguen practicando los silbadores más viejos de La Gomera y El Hierro en sus contextos naturales, y el silbo académico, que es el que suelen usar todos los nuevos practicantes, independiente de la isla de que se trate, en demostraciones públicas, concursos y exhibiciones para turistas, y que, pese a partir de las enseñanzas directas de silbadores tradicionales en las escuelas de La Gomera, ha terminado siendo mucho más elaborado que el anterior.

 

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